sábado, 6 de octubre de 2018

la leyenda del Padre Almeida

La leyenda del Padre Almeida

¿Hasta cuando Padre Almeida? esta era la pregunta que Dios le hacia a un simpático padre franciscano que se escapaba para celebrar en las frías calles del centro histórico de Quito. Ven y conoce su leyenda 
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A 2,6 km de tu ubicación

¿Qué debes saber?

  • Esta leyenda quiteña es una de las más populares, tanto es así que existe un museo dedicado a ella. Museo Franciscano del Padre del Almeida
  • El padre Almeida es un personaje de las leyendas ecuatorianas del cual se dice que le gustaba salir por las noches sin ser visto para poder tomar un trago deaguardiente en el Centro Histórico de Quito.
La manera en la que abandonaba la Iglesia, era un tanto extraña, ya que subía hasta lo alto de una torre y luego se descolgaba hacia la calle. Lo que no todos sabían es que, para arribar a ese lugar, tenía que pararse encima de una estatua de Jesucristo de tamaño natural.
Una noche que planeaba salir a “saciar su sed” se posó encima del brazo y cuando estaba a punto de irse, alcanzó a escuchar una voz que le decía:
– ¿Cuándo será la última vez que hagas esto padre Almeida?
El sacerdote creyó que la voz había sido producto de su imaginación y sin más le contestó:
– Hasta que vuelva a tener ganas de tomar otro trago.
Luego de decir eso, se dirigió a la cantina clandestina en donde bebía y no salió de ahí hasta que estaba completamente borracho.
El cura iba dando tumbos por la calle, hasta que chocó de lleno con unos hombres que llevaban un féretro en camino hacia el cementerio. El féretro cayó a media calle, ocasionando que la tapa se rompiera.
El padre Almeida no podía creer lo que veían sus ojos, el hombre que estaba dentro del ataúd era el mismo.
Sobra decir que de inmediato recobró la sobriedad y en cuanto llegó a su Iglesia le juró al Cristo de la torre que nunca volvería a probar una gota de vino. Desde ese entonces, la gente afirma que el rostro de dicha imagen cambió completamente y que aún hoy en día se puede ver que esboza una sonrisa de satisfacción, pues una de sus ovejas volvió al redil.

Historia del Padre Almeida

Mucho se ha hablado de la leyenda del padre Almeida, pero poco o casi nada se sabe de quién fue verdaderamente este sacerdote franciscano.
Su tragicómica historia pertenece al colectivo imaginario del Ecuador y se situa en las iglesias del Centro Histórico de Quito
Se dice que el padre Almeida, según explica el historiador y padre John Castro, del monasterio de San Diego, lugar donde vivió y realizó sus famosas correrías el sacerdote, fue una persona de ‘vida alegre’ dedicada a los mundanos placeres y a la bebida, pero su biografía muestra otra realidad muy diferente.
Don Manuel de Almeida ingresó en el convento a los 17 años de edad, cuando era un novicio, renunciando a todos sus bienes materiales, que se los cedió a su madre y a sus hermanas. Igualmente, abandonó la vida de la ciudad, ya que el monasterio estaba en las afueras. En su biografía se puede conocer que desempeñó los cargos de definidor, guardián, mesero de novicios, secretario de provincia llegando a ser visitador general, todos estos de gran importancia. Estos cargos son del todo incompatibles con la vida que se le otorga”, comenta el padre Castro.


Toque de queda

Según cuenta el padre Castro, en la primera mitad del siglo XVII, época en la que vivió el padre Almeida, se anunciaba el toque de queda para evitar problemas con la sociedad local, así que “no había vida nocturna”.
Es posible que algún ciudadano viera a Almeida a deshoras volviendo al monasterio y que eso ayudara a construir la leyenda. Pero esto también tiene su explicación: “Mucha gente no lo sabe, pero los alrededores del Convento de San Diego eran una zona plagada de árboles frutales. Allí los hermanos franciscanos tenían unas pequeñas construcciones de madera donde iban a orar y a realizar penitencia. Por eso es posible que algunos ciudadanos lo vieran retornar por la noche al convento. Venía de orar”, añade el padre Castro.
Además estaba la figura del Ángel. Los padres franciscanos de la época vivían en un semiretiro y, cuando salían del monasterio, “siempre lo hacían acompañados de otro hermano, llamado ‘El Ángel’, que estaba allí para evitar la llamada de la tentación.
Otro factor que ayudó a construir la leyenda es que el Padre tocaba la guitarra, además de otros instrumentos. En esa época las serenatas estaban mal vistas, puesto que se asociaban a la vida “entregada al vicio” y muchos quiteños iban a la antigua calle del agua, actual calle Cuenca, a tomar mistela y a cortejar a las damas. Por eso tuvo esa mala fama. (MAP)

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Posted in Quito Colonial, on 6 marzo 2017, by 0 Comments
Esta es una de las leyendas más famosas de la ciudad de Quito. Y, según cuenta la historia, todo empezó en la Plaza de La Independencia cuando allí aún no existía ningún monumento.
En este lugar vivía Bella Aurora, una hermosa joven que asistió con sus padres a una corrida de toros.
Según cuentan quienes asistieron a esa corrida, nadie sabe de dónde salió un toro negro que se acercó a Bella Aurora de manera muy extraña. La observó fijamente e hizo que la niña espantada se desmayara del miedo.
Sus padres desesperados salieron inmediatamente del lugar, llevándola a su hogar y pidiendo ayuda a un doctor que no se explicaba el por qué Bella Aurora no podía reaccionar desde aquel susto.
El toro al no ver a la niña en la Plaza, saltó la barrera dirigiéndose a la casa 1028, donde vivía Bella Aurora.
El animal entró en su casa y lleno de furia tumbó la puerta de su habitación.
La joven, que aún continuaba en un estado de nervios, solo alcanzó a gritar y él la embistió, acabando con su vida.
Hasta ahora nadie sabe de dónde salió ese extraño toro y por qué atacó a la niña. Al parecer ese será un mito que nunca podremos descubrir.
Fuente: http://genesis101998.blogspot.com/2013/03/origen-de-las-leyendas-ecuatorianas-las.html

la leyenda de el gallo de la catedral

Posted in FoodQuito ColonialRestaurant, on 17 marzo 2017, by 2 Comments
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la Catedral y burlándose le decía:
– ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas.
Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito.
Entonces, frente a la Catedral, gritaba:
– ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo:
– ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
– ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
– ¡Ni siquiera tomaré agua!
– ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
– ¡Ni siquiera te nombraré!
– ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
– Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedió: los amigos de don Ramón le jugaron una broma, para quitarle el vicio de las mistelas.
Fuente original: http://www.inquito.com/legends.htm

padre de almeida


Así, una noche, con varios 

Quito, capital del Ecuador se lo conoce con varios nombres que la engrandecen: Se la llama “La Florencia de América” por la riqueza artística que guardan sus templos y museos; “Luz de América” por haber sido cuna de las ideas libertarias que condujeron a la independencia de América; y, se la distingue por ser la primera ciudad del mundo en ser considerada “Patrimonio de la Humanidad”. Por allí algún autor la bautizo como “La Ciudad de las Campanarios” y alguien más “La ciudad de las golondrinas”.
Sin embargo, hay una característica muy especial por lo cual se conoce a Quito y es la que la califica de “Quito, ciudad de leyendas”.
A propósito de leyendas, todos se preguntarán si en verdad existió el cura parrandero de la famosa historia, cuya línea principal dice: ¿Hasta cuando padre Almeida? con la que el Cristo que le servía de escalera para salir a sus juergas nocturnas le reprochaba. La respuesta es que, efectivamente el dicho fraile si existió; y, su fama de bohemio fue muy cierta, aún que no fue el único cura de aquella época que abandonaba su encierro y salía a dar serenatas bajo los balcones de las hermosas muchachas quiteñas.
El nombre de este personaje fue Manuel de Almeida Capilla, hijo de don Tomás de Almeida y doña Sebastiana Capilla. A los 17 años de edad ingresó a la Orden de los Franciscanos y sus devaneos temporales tuvieron un punto final, cuando el Cristo de la Sacristía del Convento de San Diego, sobre el que se encaramaba para alcanzar la ventana por la cual escapaba a sus juergas nocturnas, puso fin con su famosa frase:
¡Hasta cuando Padre Almeida!
Nuevamente enrumbado en las normas religiosas a las que se había comprometido, llegó a ser Maestro de Novicios, Predicador, Secretario de Provincia y Visitador General de la Orden de los franciscanos. Pero la historia de este personaje es más larga y pintoresca Aparentemente ingresó al Convento de los franciscanos, más que por una verdadera vocación, por un desengaño amoroso. Tan grande debió haber sido su decepción que decidió abandonar su vida licenciosa y entregó todos los bienes que le correspondían por herencia a las otras dos mujeres de su vida: su madre y su hermana.
Sin embargo, el encierro y la oración hicieron poco para vencer sus ímpetus juveniles. Pronto la tentación llamó a su celda en la forma de un compañero de encierro que le conversó sobre sus evasiones nocturnas para visitar a unas damiselas de la vida alegre que se prestaban a compartir sus encantos con los buscadores de aventuras